Más pruebas de que el juego y las drogas cambian el cerebro de manera similar surgieron en un sorprendente grupo de personas: aquellos con el trastorno neurodegenerativo de la enfermedad de Parkinson. Caracterizado por rigidez muscular y temblores, el Parkinson es causado por la muerte de neuronas productoras de dopamina en una sección del mesencéfalo. A lo largo de la década, los investigadores notaron que un número notablemente alto de pacientes con Parkinson (entre el 2 y el 7 por ciento) son jugadores compulsivos. Lo más probable es que el tratamiento de un trastorno contribuya al de otro. Para aliviar los síntomas del Parkinson, algunos pacientes toman levodopa y otros medicamentos que aumentan los niveles de dopamina. Los investigadores creen que en algunos casos el influjo químico resultante modifica el cerebro de una manera que hace que los riesgos y las recompensas (digamos, los de un juego de póquer) sean más atractivos y las decisiones precipitadas sean más difíciles de resistir.
Una nueva comprensión del juego compulsivo también ha ayudado a los científicos a redefinir la adicción en sí. Mientras que los expertos solían pensar en la adicción como la dependencia de una sustancia química, ahora la definen como la búsqueda repetida de una experiencia gratificante a pesar de las graves repercusiones. Esa experiencia podría ser el subidón de cocaína o heroína o la emoción de duplicar su dinero en el casino.
"La idea anterior era que era necesario ingerir una droga que cambia la neuroquímica del cerebro para volverse adicto, pero ahora sabemos que casi cualquier cosa que hagamos altera el cerebro"
dice Timothy Fong, psiquiatra y experto en adicciones de la Universidad de California en Los Ángeles.
"Tiene sentido que algunos comportamientos muy gratificantes, como el juego, también puedan provocar cambios físicos dramáticos"